Querido diario, hoy me encuentro sumergida en mis pensamientos, en mis pensamientos sobre él. No quiero hacer otra cosa que no sea pensar en él; no quiero soñar; no quiero hacer nada que me lleve a un uso involuntario de mi mente. Solo y únicamente quiero fijar mis pensamientos en él ¿por qué? porque estoy enamorada, simplemente enamorada, nada más.
Ayer sobre las 20:45 me llamó. Hablamos durante cinco minutos, tiempo suficiente para deleitarme en su cálida voz; me pareció estar soñando y aún me lo parece, es curioso ver como todos esos sueños que fuiste formando poco a poco se desvanecen convirtiéndose en realidad.
Anoche leyendo un libro llamado Maldita adolescente que me mandó mi sabio profesor de Literatura, Don Antonio, llegué a un párrafo donde en el pasado me hubiera sentido totalmente identificada con quién lo escribía, decía así:
"El miedo a perder tu amor, Adriana. El miedo a que mi amor por ti quede hecho trizas. El miedo a los malos entendidos. El miedo a compartirte con los demás. El miedo a desnudar mi alma del todo. El miedo a la caducidad. Quiero que sea un amor imperecedero, incorruptible, eterno. Necesito tenerte siempre a mi lado Adriana, adivinarte a través de tus movimientos, de tus miradas. Necesito que sigas siendo mi diosa, adorarte cada día, cada una de tus palabras, de tus gestos. Necesito descargar mi alma contigo. Necesito tu apoyo, tu empatía. Porque eres lo único que me mantiene con vida. Soy como el moribundo que se aferra a la máquina que ventila sus pulmones. No puedo perderte ahora. Lo entiendes, ¿verdad? Quiero amarte siempre, Adriana, cada momento del día."
Todas y cada unas de las palabras hacían que una lágrima se me escapara de mis ojos. Me emocioné. Tal vez con esta parte del libro no te enteres muy bien del por qué de mi emoción, diario. Es tan triste leer los pensamientos de alguien que sufre por amor, es tan triste que la persona a la que amas no sepa ni que existes, es tan triste la trama del libro; te sumerge en una infinita agonía leer tal libro aunque me encanta leer cada uno de sus párrafos. Es como un AMOR imposible, diario.
Hay días en los que me da por pensar si merece la pena sufrir por amor; dime, diario ¿merece la pena? Sinceramente creo que no vale la pena ¿por qué desgarrarte, afligir, caer en depresión por amor? ¿acaso no es mejor vivir este don del que nos han dotado, este regalo que nos dieron nada más abrir los ojos al mundo, acaso no es mejor vivir la vida? En mi opinión, es mejor disfrutar y vivir al máximo. Pienso que sufrir por un amor no correspondido o que no esté a tu alcance es una manera tonta de desperdiciar la vida. Pensamientos que me atormentan la cabeza y que nunca sabré si están en lo correcto o son pensamientos vagos de una mera adolescente.
Aún así apoyo el vivir al máximo y el evitar sufrimiento alguno.
Cuando me llamó, no supe que decir, empecé a tartamudear, hablar sin coherencia. Pensé que seguramente se le estaría pasando por la cabeza la gran locura que poseo dentro de mí pero ¿sabes qué diario? él es distinto, no piensa lo que la mayoría de la gente piensa, no, no, él es único y por eso lo amo.
- Creo que me estoy volviendo loca...¿a que sí? - dije en un intento por saber su opinión.
- A ver, mmm...sí, como una regadera, chalada, chiflada, majadera, loca de atar...pero te voy a contar un secreto: las mejores personas lo están.
¿Te he dicho, diario, que lo amo con locura, con todo el amor que soy capaz de dar? Cada palabra que dice me revela tantísimas cosas de las que estuve totalmente ajena. Supongo que por ese pequeño detalle lo amo aún más que cuando le conocí a simple vista.
Tras acabar de hablar con él, mi corazón estalló en miles de gritos de júbilo. Tanta era mi alegría que al ver que aún llovía, cogí mi chubasquero y salí descalza al jardín. Estiré totalmente mis manos y fijé mis ojos en el inmenso cielo nublado. Empecé a dar vueltas, bailar, gritar, reírme sin saber el por qué. Aún así quería seguir aunque ello significara no saber el motivo, no me importaba, en ese momento lo único que quería era sentir las diminutas gotas de agua caer sobre mí.
Mis padres se encontraban en el salón, me miraban atónitos desde la ventana que daba al jardín ¿creerían que estaba loca? y si lo estoy ¿que más da? ¿Acaso las mejores personas no lo están?
Al ver que la lluvia empezaba a dar la peor de sus caras, mi padre vino hacia mí a paso lento con una suave y mullida toalla, me la puso sobre los hombros y me susurro:
- ¿No crees que ya es hora de calmar tu alocada locura, cielo? - decía al mismo tiempo que me esbozaba una sonrisa.
- Sí, papá - Le di un pequeño beso en el moflete y corriendo entré y me fui a la ducha.
Sentir el agua caliente sobre mi piel me haría entrar en calor y recuperar el aliento. Lo necesitaba.
Tras terminar me tumbé en mi cama, cogí el MP4 y lo puse a todo volumen, seguidamente fije mis ojos en el techo, no se por qué pero me apetecía observarlo aunque en verdad no lo observaba más bien lo miraba, es decir, miraba sin saber el qué, estaba sumida en mis pensamientos, en los amo que tantas veces digo, en el abrazo de aquella tarde, en los besos que me hicieron ver las estrellas; sí, en todas esas cosas, pero no observaba.
¡Carpe diem!
Aquí todo diario; mañana seguiré.
Tu alocada Susana.